Un nuevo ciclo en el calendario, parece que
fue ayer cuando redactaba un breve texto, intitulado “Sin Día para el Amor”, recordaba…. cómo nos
resulta tan familiar celebrar el 14 de Febrero, como Día de San Valentín o Día
de los Enamorados, que a veces olvidamos que en otros países, incluso en
nuestra propia región de América Latina, existen otras fechas para alabar este
importante acontecimiento en la vida de dos personas que se sienten atraídos
por este necesario y vital sentimiento…
También notaba lo tormentoso y obsesivo que
suelen ser las pasiones, en una pícara jugada de la naturaleza por conservar la
especie humana y de lo que no escapan, por suerte, ninguno de sus
atribulados o felices mortales.
Oímos cotidianamente tantas
frases, de personajes ilustres, que nos resulta familiar su decir, en el inútil
intento de revelar lo inexplicable…
"El alucinógeno más fuerte del planeta
se llama amor. Es un fuerte aditivo y nos hacen ver a personas que no
existen". Paulo Coelho
“Me gusta la gente capaz de
entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza
aquello que no sale del corazón”. Mario Benedetti
“Amor, cuantos caminos hasta llegar,
a un beso, que soledad errante, hasta tu compañía”. Pablo Neruda
“No soporto la idea que el
universo tenga que destruirse cada vez que te marches”. Edgar Allan Poe
-No puedo vivir sin ti…/Sí que
puedes…/Sí, pero no quiero amor
Así conocemos inequívocas verdades fruto de
“nuestro corazón” o mejor aún de la bioquímica del amor que actúa como
una droga, que al que decir de una conocida psicóloga, podría
considerarse que las parejas sufren de un desorden obsesivo compulsivo.
En este huero ensayo, por entender lo que sentimos, los dejo con un material bajado de las páginas de Internet.
En este huero ensayo, por entender lo que sentimos, los dejo con un material bajado de las páginas de Internet.
La química del amor
Es una expresión
acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas
neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas
son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son
las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro.
La FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser además un mensajero químico del deseo sexual).
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser además un mensajero químico del deseo sexual).
Comienza el trabajo
de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en
síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los
enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras
conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.
El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta
por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico
de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía
grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las
sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos
enamorados.
Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes
aquejados "de mal de amor", una depresión psíquica causada por una
desilusión amorosa. Les llamó la atención la compulsiva tendencia de estas
personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente
rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie
de automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta
de esa sustancia.
Según su hipótesis el, por ellos llamado,
centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y
así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos
flotando. (Foto, José Alberto Zayas Pérez)
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