viernes, 10 de febrero de 2017

¡De…Afuera!


 
 ¡De…Afuera!
A propósito de un artículo anterior, ¨Gabriel, el Geógrafo de la Cañada del Aguacate¨, decía ¨… Gabriel, nuestro correligionario de trabajo, ya pasó los 60 años, pero sigue con su alma de niño sorprendiéndonos cada día. Sus colegas de labor toleramos compasivos las ocurrencias de este geógrafo de la Cañada del Aguacate y sus inevitables apodos a todo el
colectivo.

A mí me dice el Niño, cuando ya dejé hace mucho tiempo esa etapa de la vida, lo que me hace recordar y reflexionar sobre algo que escribí estando en Namibia cumpliendo colaboración técnica, a modo de chanza, que viene a reforzar una extraña opinión sobre la creencia de algunos de mis compatriotas sobre las bondades espirituales y cualidades físicas que supuestamente se adquieren al vivir en el extranjero, resumida en un etéreo concepto sobre el mundo exterior y que la gente sencilla lo condensa de forma mágica como, ¡De…Afuera!. En el cual expresaba:

En Cuba, rodeada de mar, la frontera invisible del más allá de nuestro suelo, está llena de misterios, y a diferencia de otras tierras donde el extranjero es un ser muchas veces visto como un villano, que de alguna manera representa una amenaza potencial al bienestar social, económico y cultural de su país, el forastero que nos visita viene a disfrutar los
placeres del clima y las bondades de nuestras gentes, en la medida que lo permite la capacidad de su bolsillo o la generosidad de su corazón, casi siempre solidario, por lo cual es retribuido con la clásica hospitalidad de nuestro rebeldes compatriotas.

Así que se da por hecho, que es un ser exótico, pudiente, digno de nuestra proverbial curiosidad, muy a tono con nuestro carácter extrovertido; las tierras que los cobijan deben ser también boyantes, poseedoras, tal vez, de la piedra filosofal, donde el cuerno de la abundancia destila su habitual riqueza.

La sicología del hombre sencillo se pierde en el tiempo y los reflejos, condicionados por su evolución, influyen en su comportamiento. Como no recordar la mística Isla de Bimini, con su fuente restauradora de la juventud, donde un jefe Arahuaco de Cuba, tal vez venido del sur de la Amazonía, reunió grupo de aventureros y navegó hacia el norte en un viaje de exploración, para desaparecer en el laberinto del tiempo; o en esas sempiternas tierras septentrionales, donde supuestamente estaba el apócrifo río Jordan, con sus aguas milagrosas, motivo de incesante búsqueda y ensalzada por la mística leyenda, para beneplácito de poetas y escritores.

Una historia más cercana es la de Matías Pérez, un portugués radicado en Cuba, fabricante de toldos y lanas, el cual voló en un globo aerostático un 29 de junio de 1856 para no volver jamás, de ahí la frase que trascendió en el tiempo “Voló como Matías Pérez”, para referirse a alguien que no hemos vuelto a ver.

La sensación de vivir en un lugar aislado, quizás condiciona nuestra proverbial locuacidad y la necesidad de buscar otros espacios, más allá de nuestras tierras, contribuyendo a la creación de arquetipos sobre el mundo exterior y sus bondades, tal vez por eso, nuestro José Martí, profundo conocedor del alma criolla, expresaba, con énfasis, en su conocida frase, “el vino, de plátano; y si sale agrio! es nuestro vino!” para resaltar la dicotomía entre lo nacional y lo foráneo.

Así que yo, que ahora vivo temporalmente en el extranjero, me preparo para los paradigmas habituales, pregonados por los amigos y familiarizares, en nuestro inevitable nuevo contacto, después de muchos meses de separación, y esperando oír sus expresiones habituales de admiración o rechazo: “vino más amistoso, más sabio, más tierno, más joven”, … tengo la esperanza que no digan… parece mentira que estuvo en “el extranjero” y llegó, “más viejo, más bruto, más gordo, más feo, más petulante”…Como soy optimista, deseo irme por el lado positivo de la vida, y que mis allegados vean en mí, los progresos ¡De…Afuera!