jueves, 13 de febrero de 2014

El corazón y la lógica

Un nuevo ciclo en el calendario, parece que fue ayer cuando redactaba  un breve texto, intitulado  “Sin Día para el Amor”, recordaba…. cómo nos resulta tan familiar celebrar el 14 de Febrero, como Día de San Valentín o Día de los Enamorados, que a veces olvidamos que en otros países, incluso en nuestra propia región de América Latina, existen otras fechas para alabar este importante acontecimiento en la vida de dos personas que se sienten atraídos por este necesario y vital sentimiento…
También notaba lo tormentoso y obsesivo que suelen ser las pasiones, en una pícara jugada de la naturaleza por conservar la especie humana y de lo que no escapan, por suerte,  ninguno de sus atribulados o felices mortales.
Oímos  cotidianamente tantas frases, de personajes ilustres, que nos resulta familiar su decir, en el inútil  intento de revelar lo inexplicable…
"El alucinógeno más fuerte del planeta se llama amor. Es un fuerte aditivo y nos hacen ver a personas que no existen". Paulo Coelho
  “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón”. Mario Benedetti
 “Amor, cuantos caminos hasta llegar, a un beso, que soledad errante, hasta tu compañía”.  Pablo Neruda
  “No soporto la idea que el universo tenga que destruirse cada vez que te marches”. Edgar Allan Poe
 -No puedo vivir sin ti…/Sí que puedes…/Sí, pero no quiero amor 
Así conocemos inequívocas verdades fruto de “nuestro corazón” o mejor aún  de la bioquímica del amor que actúa como una droga, que al que decir de una conocida psicóloga,  podría considerarse que las parejas sufren de un desorden obsesivo compulsivo. 
En este huero ensayo, por entender lo que sentimos, los dejo con un  material bajado de las páginas de Internet.
La química del amor 
Es una expresión acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro.
La FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser además un mensajero químico del deseo sexual).
Comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.
El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.
Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes aquejados "de mal de amor", una depresión psíquica causada por una desilusión amorosa. Les llamó la atención la compulsiva tendencia de estas personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie de automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta de esa sustancia.

Según su hipótesis el, por ellos llamado, centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando. (Foto, José Alberto Zayas Pérez)

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