martes, 8 de octubre de 2013

Todo lo que usted necesita es amor

Hace unas semanas atrás, una amiga de la red, Katia, colocó, en su muro, una interesante ¨pintura¨ de un viejo asentamiento.

El supuesta bosquejo, que muestra, los  vetustos muros, coloreados, del entramado urbano, parece más bien la obra de un artista, que, en abundantes brochazos, quiso trasmitir, quién sabe,  el colorido de las cosas atractivas de la vida y no, la labor de pintores, de ¨brocha gorda¨, que pretendieron dar, un toque pintoresco, a su  lugar. Porque de eso se trata, para asombro de todos, de la fotografía de un  sitio.
Recuerdo en Cuba, muchos años atrás, en mi ciudad de Bayamo, mientras revisaba, el apreciado catálogo de obras de artista nacionales, para preparar unas clases sobre Apreciación y Arte Cubano, había una pintura que ¨parecía competir¨,  por capturar, todo el espacio, de mi campo visual, en ¨encarnizada lucha¨ con otras, tantas, obras de artes, de un valor inestimable,  que hacen que sea reconocida, hoy en día,  la valía de nuestra  Plástica, con justo encomio, por la crítica especializada.

Un sugerente título, de la pintura, era la primera  impresión favorable recibida, ¨Todo lo que Usted Necesita es Amor¨ del pintor cubano Flavio Garciandía de Oráa, realizada en óleo sobre tela, en 1973.

Se reconoce como uno de los cuadros relevantes del arte nacional de la década de los 70, del siglo pasado. Esta imagen se ha convertido en unos de los cuadros más populares de la pintura cubana de los últimos tiempos y dio merecido renombre a su autor.

Está basado en una foto tomada por Roberto Fernández, fotógrafo de la revista de la revista ¨Bohemia¨, la obra se tituló inspirada en una canción del conocido grupo inglés, Los Beatles.

La sonrisa plena, llena de sugerente invitación a compartir, su espacio, a diferencia del misterioso rostro de ¨La Gioconda¨, de Leonardo Da Vinci, con su enigmática e indescifrable expresión, pero, para mí, esta imagen nativa, llegaba  con igual carga emotiva.

La obra artística, parece coexistir, en una especie de armonía con la naturaleza, en que el artista cuida de cada pincelada hasta llegar a confundirnos y hacernos pensar que estamos en presencia de una fotografía, sino fuera por pequeños detalles, dejado a exprofeso, para identificar, esta expresión de la plástica, en contraposición de la imagen fotográfica,  se trabajó con los elementos propio del movimiento  del Hiperrealismo o Fotorrealismo.  

El cuadro original yace en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Ciudad de La Habana.  Para un provinciano como yo, que vive a 756 km de la capital del país, era una peregrinación obligada, ir a  La Meca de la cultura Cubana,  en el tema de las artes Plásticas.

Al recorrer, el venerado inmueble, en sus bien iluminados salones, donde se atesora, parte, del acervo material y espiritual de nuestro pueblo, plasmado con maestría, por diferentes generaciones de artistas cubanos.

De repente, la ¨vi¨. Parecía establecer una suerte de predominio con las obras en su entorno, era imposible no quedar atrapado, en este cuadro, de amplio formato, de 150 x250 centímetros, que ocupaba un espacio importante dentro del recinto, sus sugerentes colores, la  imagen vívida,  la sonrisa, que habla, de la mujer del cuadro, para cual sirvió de modelo, otra destacada pintora cubana, Zaida del Río, ejercían un atractivo pleno, sobre los visitantes al museo. Alguien del público, hablaba en susurro, sobre ¨los poderes¨ de la imagen pictórica.

No sé por qué, pensé, en un antiguo vecino del barrio, que había enviudado hacia algunos años, y tenía una pintura, con el rostro de su esposa. Cuando solía visitarlo, me encontraba que hablaba con la imagen, no parecía pertúrbalo, la presencia de un extrañó, en ese caso, solía decirle al cuadro, ¨…amor, espera un momento, ahorita sigo¨.

En todo lo demás, parecía una persona equilibrada, muy servicial. De alguna manera, supongo,  no podía renunciar a los recuerdos de la persona que había comenzado a amar, desde una ya, según me cuenta,   lejana primavera…

Con el paso del tiempo  comencé a entender a mi vecino, con la convicción de que su devaneo, no era tal. Por muchas razones, recordé la escena, años después, y el extraño comentario escuchado en el sitio.

Cuando comencé a valorizar, esta obra de arte, ante su presencia, no podía dejar de entablar un imaginario diálogo mental, en una especie de dislate temporal,  tal vez fuera el simbolismo, que yo creí percibir en ella y su mensaje, de fuerte impacto, incluso, más allá del propio lienzo.
Supongo, que igual sensación, sintió otra persona amiga, ante la presencia de esta obra de arte, cuando un día  descubrí, con sorpresa, que ¨mi cuadro tropical¨, había viajado,  para ser colgado, en la foto de portada de su muro.

Quizás, ella no sepa, toda la historia de la pintura y el fuerte sortilegio que ejerce sobre sus poseedores, por eso, no hago más que compartir, la información que poseo, con  la esperanza que  apreciará, este modesto gesto, en un día, no tan cualquiera de su calendario.

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